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March 28, 2024

Entrenar y salvar perros de compañía sirve para rehabilitar a los presos

Denver (CO), 1 nov (EFE).- Cientos de presos de Colorado entrenan cada año a miles de perros que fueron abandonados e incluso maltratados para luego darlos en adopción, un proceso que a la vez ayuda a los reos a llevar una vida más tranquila entre rejas mientras “pagan” su deuda con la sociedad.

El llamado Programa de Reclusos Entrenadores de Caninos de Compañía, cuya idea original data de hace unos veinte años, cubre seis establecimientos carcelarios de mínima seguridad en Colorado, donde los canes se entrenan para acompañar a ancianos, guiar a personas con algún grado de discapacidad o para “trabajar” junto a policías locales.

El programa se basa en una idea simple: dar una segunda vida a perros que de otra manera serían sacrificados al ya no poder permanecer en albergues, ni ser adoptados por familias.

Hace casi dos décadas, Debi Stevens, que fue supervisora del programa hasta febrero de este año, llevó cinco perros rescatados de la calle a una prisión de mujeres, donde pidió voluntarias para entrenarlos y darlos luego en adopción.

Desde entonces, y a través del proyecto conjunto del Departamento Penitenciario de Colorado (DOC) y de Industrias Penitenciarias de Colorado (CCI), más de 12.500 canes “rechazados, no queridos y no amados” han sido entrenados.

Esta cifra incluye alrededor de 4.500 perros con serios problemas de salud o de conducta por haber sido abandonados, descuidados o abusados, o por haber tenido pocas oportunidades de socializar con humanos.

“Inicialmente, el concepto era que el entrenamiento de perros les daba a las mujeres presas una actividad beneficiosa mientras cumplían su sentencia, la de socializar con perros de (…) organizaciones de servicio”, explicó a Efe Michele Wayland, actual directora del programa.

En su opinión, “el programa ayuda a que los presos tengan un propósito importante cuando están dentro de las (cuatro) paredes de la cárcel, pero también les da una habilidad, la de cuidar y entrenar perros, que pueden usar como posible empleo cuando dejen la prisión”.

“Tener perros en nuestras instalaciones crea una distracción de la vida en la prisión y eso a su vez crea un ambiente más calmado y seguro, facilitando las interacciones entre los reclusos y los guarda cárceles”, amplía Wayland.

En la actualidad, el programa ha crecido hasta tal punto que algunos reclusos se especializan en determinados tipos de entrenamiento.

El programa recibe pedidos específicos de organizaciones, familias o individuos, o de lo contrario los interesados llevan sus propios animales para ser entrenados, un trabajo que usualmente requiere entre cinco y siete semanas.

Los casos más comunes son veteranos de guerra, personas con discapacidades o niños con serias enfermedades que buscan un perro entrenado que les haga compañía.

En ese proceso, “los reclusos tienen la oportunidad de demostrar que pueden asumir responsabilidades”, es decir, dijo Wayland, “se hacen responsables por lo que hicieron, pero también realizan los cambios de conducta necesarios para llegar a ser ciudadanos productivos que cumplen con la ley”.

Ese es el caso de Kenneth Cobbin, quien luego de 30 años en prisión, muchos de ellos como entrenador de perros, al cumplir su condena abrió Gifted Paws, su propio negocio de cuidado y entrenamiento de perros.

Cobbin se enfocó en el entrenamiento a ejemplares abusados para que acompañen a personas con necesidades especiales.

“Se trata de ayudar a las personas y también a sus mejores amigos. Hay muchos perros que llegan y salen de los refugios, pero no tienen ni entrenamiento ni socialización. Yo puedo cambiar eso”, expresó Cobbin en septiembre pasado al completar un programa de ayuda a nuevos empresarios.

Según Wayland, se acumulan “miles de historia de éxito similares” desde que el programa se inició, aunque, por razones de privacidad, no se proveen detalles de esas historias ni del número actual de participantes.

No obstante, aseguró la directora, el DOC espera expandir el programa a otros establecimientos penitenciarios en el futuro cercano.

“Estoy segura de que el programa se expandirá y que continuaremos mejorando nuestro proceso para asegurar su sustentabilidad a largo plazo en un ambiente de trabajo en constante cambio”, indicó Wayland.

Se estima que cada año más de un millón de perros en Estados Unidos son sacrificados, mientras que otros 6 millones esperan encontrar un hogar.