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April 23, 2024

Punta Cana, un paraíso vacío por el coronavirus

Vista de una playa completamente vacía el pasado 9 de abril, en Punta Cana (República Dominicana). EFE/Erickson Polanco

Punta Cana (R.Dominicana), 11 abr (EFE).- Playas vacías, hoteles cerrados, personas desempleadas, es la desoladora imagen que se repite una y otra vez en la paradisíaca Punta Cana, este de República Dominicana, un destino que sufre los devastadores efectos de la pandemia del coronavirus.

La famosa playa El Cortecito, de arena fina, aguas cristalinas y enormes palmeras, está totalmente solitaria en plena Semana Santa, un hecho inédito para residentes en la zona, que viven gracias al turismo, la principal fuente de ingresos en la República Dominicana.

La imagen se replica en la acogedora Los Corales, donde apenas hay gente, una estampa de la cruda realidad que vive la actividad turística a raíz del cierre de fronteras decretado en medio mundo para contener la propagación del coronavirus.

DESEMPLEADOS POR LA CRISIS

Vista aérea de un hotel vacío en las playas de Bávaro el pasado 9 de abril, en Punta Cana (República Dominicana). EFE/Erickson Polanco

En contraste están las siempre bulliciosas calles de Verón, municipio al que pertenece Punta Cana, donde la gente vive el día a día y trata de sobrevivir tras el cierre de las instalaciones hoteleras y de los restaurantes, así como la paralización de las obras de construcción por orden del Ejecutivo nacional.

Allí, en una de las maltrechas calles de este municipio se encuentra Jairo Núñez, un camarero que fue despedido del hotel donde trabajaba en el complejo de Cap Cana horas antes de que el presidente del país, Danilo Medina, anunciara el estado de emergencia el 17 de marzo.

Junto a él fueron despedidos otros cuatro compañeros, una medida que, según dijo a Efe, “no debió ser” aunque “hay muchas empresas que lo hacen porque tienen el poder de hacerlo”.

Núñez, padre de un niño, llevaba trabajando en el resort poco más de un mes, por lo que la indemnización que le dieron tras ser cancelado ya se está agotando.

Consiguió un trabajo como seguridad en una empresa, pero su madre, que vive en Estados Unidos, le aconsejó no tomarlo para evitar cualquier tipo de contagio, por lo que se comprometió a ayudarle económicamente para aliviar un poco su situación.

Un guardia de seguridad vigila un hotel que se encuentra cerrado junto a las playas de Bávaro el pasado 9 de abril, en Punta Cana (República Dominicana). EFE/Orlando Barría

Un caso similar atraviesa José Manuel Encarnación, de 40 años, quien desde hacer siete años se dedica a estacionar vehículos en los restaurantes que bordean playa El Cortecito.

En estas tareas, afirmó a Efe, se ganaba entre 300 y 400 pesos (entre 5,5 y 7 dólares) al día, que, afirma, les bastaban para mantenerse porque no tiene hijos ni pareja.

Tras la crisis, narra, tuvo que echar mano de “alguito” que tenía ahorrado, recursos que también ya consumió, por lo que ahora se está manteniendo gracias a la solidaridad de algunas personas.

Para este hombre, la situación es “muy difícil”, pero prefiere dar “gracias a Dios” porque “estamos vivos”.

La crisis castiga por igual a José Raúl Polanco, 51 años, un pescador que, según narró a Efe, no había visto una situación similar en Punta Cana “ni en los dos ciclones” fuertes que han afectado el país en los últimos años, en alusión al George (1998) y el Matthew (2016).

Los principales clientes de Polanco son los restaurantes y vecinos de esta zona que, argumenta, no se atreven ni a salir de sus casas por miedo la pandemia, que en el caso particular del país ha dejado 126 muertos y 2.620 contagiados.

“Nos habíamos acostumbrado a vivir del turismo, pero tenemos que ser conforme con Dios, con lo que está pasando”, subraya.

Marta Florián