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April 19, 2024

Amigos hasta después de la muerte, lo que el COVID-19 no pudo deshacer

Nueva York, 24 may (EFE).- El coronavirus ha dejado a su paso por Nueva York un dolor profundo en miles de personas que perdieron a seres queridos y también en amigos como Luis Reyes, que se ha hecho cargo del doloroso trámite de enviar a su país las cenizas de quien consideró como un hermano.

Reyes, de Matamoros y Claudio Ortega, de Guerrero, se conocieron en Nueva York, en el mercado de pescados donde trabajaban en Brooklyn y desde entonces fueron inseparables hasta que el COVID-19 se llevó la vida de su gran amigo el pasado 22 de abril, tras haberse sentido enfermo desde febrero, señaló a Efe el inmigrante mexicano.

Claudio, como muchos menores de edad que emigran de países latinoamericanos, llegó solo a Nueva York a los 17 años para trabajar y ayudar a su familia.

Con su muerte, Claudio no sólo deja un gran vacío en la vida de Reyes, sino también en la de sus padres en México ya que perdieron a su hijo mayor al que no veían desde hace doce años, y el único sustento económico de la familia.

“Él le quería dar una sorpresa a su mamá para las madres, en mayo, pero llegó esta enfermedad y le tocó”, recordó Reyes, quien ha tenido que sobrepasar complicados trámites legales para enviar los restos de Claudio a sus padres, el primero de ellos que éstos no hablan español, sólo Nahuatl.

A través de un hermano de Claudio, y con la ayuda del consulado mexicano se gestionó la autorización para representarles y poder disponer del cuerpo de su amigo, que fue incinerado un mes después de su muerte.

El Ministerio de Relaciones Exteriores de México recomendó la incineración en medio de la pandemia porque los vuelos directos al país fueron suspendidos y se desconocía cuándo se restablecerían.

“Era mi mejor amigo, comíamos del mismo plato, nunca tuvimos disgustos”, indicó Reyes al hacer referencia a una popular frase latina cuando se habla de una persona muy cercana.

“Por eso quise apoyar hasta el último día a sus papás, son gente muy humilde, cristianos”, argumentó y agregó que tras su muerte comenzaron a recaudar fondos para incinerarlo pero el dinero será enviado a sus padres porque el consulado mexicano pagará el coste.

Reyes recordó todo lo que vivió su amigo desde que comenzó a sentirse enfermo y dos meses después, murió.

“Él se empezó a sentir mal a principio de febrero, decía que le dolía su pecho para respirar”, indicó, lo que ocurrió cuando todavía en Nueva York no se había detectado el primer caso.

“Fue al médico pero lo dieron de alta porque decían que era diabético, que le hacía falta medicina (insulina), pero como le hacían falta recursos para estarse curando a cada rato, porque le tenía que enviar dinero a sus papás, decía que no le alcanzaba el dinero”, señaló.

Claudio es parte de los 671 mexicanos que han perdido la vida por el COVID-19 en Nueva York, que concentra el mayor número de casos. Seguidos por California que registra 103 muertes e illinois con 73.

La cifra total en EE.UU. hasta el momento asciende a 1.036 mexicanos, de acuerdo con datos de la Cancillería dados este domingo.

“Me dio mucha tristeza. Él me llamaba desde su casa y me decía ‘hermano qué hago, no quiero ir al hospital, no me quiero morir’. Yo le decía que fuera. Ya le dolía mucho el pecho, no podía respirar”, indicó.

Claudio volvió en abril al hospital, donde recibió insulina y le enviaron a su casa. Al día siguiente regresó porque no había mejorado y fue ingresado “porque cayó en coma” y ya no salió.

Reyes le dio el último adiós a su amigo el sábado con una ceremonia religiosa con sus cenizas, a la que asistieron sólo un puñado de personas debido a las restricciones por el coronavirus y donde se cantó en Mixteco, una de las lenguas que hablaba..

“Hay mucha gente sola”, en Nueva York dice a Efe el reverendo Juan Carlos Ruiz que presidió el servicio en la iglesia luterana Buen Pastor en Brooklyn, donde permanecen cenizas de otros fallecidos por el virus mientras familiares o amigos pueden disponer de ellas.

Ruiz ha realizado “bastantes” ceremonias para fallecidos por el COVID-19 y lamenta que “ya no haya espacio para el luto” debido al virus “porque no se puede reunir la comunidad por el distanciamiento”.

El COVID-19, afirmó, ha “redefinido” lo que es una iglesia “porque nos hemos vuelto comedores” para miles de personas que por haber perdido el empleo no tienen cómo poner comida en la mesa para su familia, entre otras funciones que han tenido que asumir.

Reyes dice estar satisfecho por haber cumplido con su amigo a quien recuerda “como una buena persona” y agrega con cariño que “me enseñó algunas palabras en Nahuatl y Mixteco que no voy a olvidar”.

“Me siento tranquilo, cumplí con mi amigo”, afirmó.

Las cenizas de Claudio Ortega serán enviadas a México a través del consulado.