Lisboa, 11 oct (EFE).- No hay propuestas primavera-verano 2021 en Portugal; hay propuestas para lo que venga. Así ha sido la nueva ModaLisboa, la pasarela más importante del país, que ha adaptado su 55 edición con menos público y más soporte digital y dando más libertad que nunca para reconfigurar el armario sin calendarios.
Hacer de la incertidumbre virtud ha llevado a los portugueses a eliminar por primera vez en su historia las referencias de estación, desaparecidas en favor de “las conversaciones que nuestros diseñadores sienten que deben mantenerse” en este momento, según la organización.
“La creatividad que necesita ser liberada” o “la moda que necesita de libertad”, veladas alusiones al confinamiento, han servido para que esta edición se abra radicalmente, pasando a realizarse al aire libre, en los jardines del Parque Eduardo VII de Lisboa.
Un alto con vista privilegiada de la ciudad y donde se ha reunido un público limitado en número pero no en osadía, sin renunciar a los pantalones de cuero o botas altas bajo un sol implacable que ha elevado los termómetros hasta los 30 grados durante los cinco días que ha durado ModaLisboa.
“SIN DRAMA, SIN TRISTEZA”
Todo lo que haga feliz es bienvenido en este momento, tras superar meses complicados y mientras el país mira de reojo el aumento de los contagios de coronavirus.
“En esta edición partimos de las dificultades”, admite a Efe la directora de ModaLisboa, Eduarda Abbondanza, “creamos lo mejor que conseguimos a partir de eso, sin drama, sin tristeza, sin nada”.
Hay varias adaptaciones en la pasarela lisboeta idénticas a las de grandes semanas de la moda: reducción de público, que pasa de más de 1.000 personas por desfile a menos de 200; y más “acción digital”, con la presentación virtual de varios diseñadores.
Por ejemplo con apps que ayudaron a ver el trabajo de 33 diseñadores, varios con público presente y siempre diurnos, otra novedad con respecto a anteriores ediciones, habitualmente programadas para el final de la tarde.
Las localizaciones tuvieron necesariamente que cambiar. En medio de los jardines, se aprovechó el único gran edificio del parque, el pabellón Carlos Lopes, como gigante backstage donde los colaboradores deambulaban con mascarilla y guantes antes de que las modelos fueran conducidas a lo alto de la colina para desfilar.
NUEVAS POSIBILIDADES DE DESFILE
Acostumbrado a una pasarela en recinto cerrado, el espacio de los jardines del Parque Eduardo VII supuso una oportunidad para diseñadores como Nuno Baltazar, que exprimió al máximo su escenario: una plataforma de madera circular que rodeaba un pequeño estanque.
“Pensé enseguida que tenía que entrar dentro del agua”, sostiene a Efe, y por eso pidió a sus modelos: caminar una vuelta sobre la pasarela y luego hacerlo dentro del agua.
Así vieron cerca de dos centenares de personas “Ensayo”, título nada aleatorio para su trigésimo tercera colección, precedida además por una performance que permitió ver los instantes previos a la marcha de las maniquíes y sus últimos retoques, siguiendo la idea de mostrar los bastidores, última expresión de los ensayos.
“El ensayo es una obra que no está acabada, que está en constante evolución y la idea de la colección es eso, hay piezas que no están acabadas”, comenta Baltazar, que partió de la idea de “ensayar el futuro” en tiempos de coronavirus.
Detalles tridimensionales, oversize que conviven con ceñidos y encajes y hasta animal print. El diseñador no se olvidó de ninguna forma, tejido o color, con tonos que iban del amarillo luminoso a chocolate y fucsia. Todo está permitido en el año de la incertidumbre.
“La pandemia afectó al negocio negativamente, pero para la colección fue una influencia muy positiva, porque durante el confinamiento tuve mucho mas tiempo para la introspección, para pensar”, reconoce.
De ahí surgió su deseo de ir “en la dirección exactamente opuesta” a la que dice ver en las últimas propuestas internacionales, donde dominan “colecciones más relajadas”.
Ir al revés significaba “no dejar que la moda de autor dejase de ser un sueño, que es lo que tiene que ser para mí, de hecho. Quise que fuera fantasioso, fuerte e intenso”, defiende.
UN CERTAMEN CON MARGEN DE CAMBIOS
La libertad de Baltazar es apenas una pieza del puzzle heterogéneo en el que ha acabado por convertirse la pasarela sin estación, que contó con un plan de contingencia ante imprevistos que no estuvo cerrado completamente y que iba desde reconfigurar la distancia de las sillas hasta responder a cuestiones climáticas.
“Me preguntaban mucho que haríamos si lloviese. ¡No puedo controlar el tiempo!, respondía, pero podemos esperar veinte minutos a que pase la peor parte del chaparrón y volver a intentarlo. Todos sabemos que vamos actuando según sucedan las cosas este año”, apunta Abbondanza.
Es un gran cambio de perspectiva con respecto a la anterior edición, realizada a principios de marzo y que ya introdujo algunas novedades por Covid, en ese momento en una etapa muy temprana en Portugal, con apenas dos casos confirmados.
En aquella pasarela los desfiles transcurrieron en unas instalaciones del centro de Lisboa donde se creó una “sala de aislamiento” para invitados con síntomas y se dispusieron dispensadores de gel hidroalcohólico, aunque el resto de la actividad se desarrolló como antes de 2020.