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April 20, 2024

México Presente

Rodolfo Quilantán Arenas, Cónsul General de México en Little Rock, Arkansas.

En esta nueva entrega de los artículos y actividades realizadas por el Cónsul Rodolfo Quilantán Arenas, durante su servicio diplomático en Guayaquil, Ecuador, transcribimos el siguiente, de su libro “México en la Cultura”. En él se “muestra de manera íntegra las publicaciones México Presente y Correspondencia México-Ecuador, editadas y difundidas por el consulado, bajo la dirección del entonces representante de dicha entidad”, destaca en la contraportada del libro publicado por el H. Cuerpo Consular de Guayaquil.  En cada entrega que el Cónsul Quilantán Arenas realizó, presenta la riqueza y diversidad cultural de un país pródigo y generoso.

Correspondencia México-Ecuador

Día de Muertos. Las festividades del Día de Muertos organizadas por el Consulado se extendieron durante el mes de noviembre. Diversas instituciones participaron en estas festividades y gracias a la amplia difusión de los medios de comunicación la comunidad conoció más sobre esta tradición mexicana y sus convergencias con los usos y ritos ecuatorianos.

En el Museo Municipal de Guayaquil se inauguró la exposición Pasión por la Vida, Día de Muertos en México, de la autoría de Mary Gilbert de Andrade. Treinta y ocho fotografías mostraron los preparativos, altares, participación de niños y velación de angelitos, vigilia durante el día y vigilia de la noche, de una Obra Maestra del Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad. La autora, radicada en Estados Unidos, tuvo la oportunidad de apreciar su propia obra en la principal casa de la cultura de la ciudad.

La Universidad Católica de Santiago de Guayaquil y el Archivo Histórico del Guayas se sumaron a las festividades y con motivo del Altar de Muertos en honor de Octavio Paz, que el Grupo de Damas Voluntarias montó en la Galería del Consulado, los académicos Joaquín Hernández y Willington Paredes, respectivamente, condujeron un conversatorio sobre una de las mentes más brillantes del siglo XX, el cual fue disfrutado por una amplia concurrencia.

lgualmente, Juan Francisco Morales y Silvana Longo, conductores del programa Mesa de Análisis, Arte y Cultura, de Radio y TV de la Uniyersidad Católica, realizaron una excelente investigación sobre la Festividad Indígena Dedicada a los Muertos, la cual fue proyectada por ese canal de televisión y retransmitida por otros canales.

María de Lourdes Queirolo de Radio Pública del Ecuador, condujo un programa sobre el mismo tema y los diarios El Telégrafo, El Universo y Expreso de Guayaquil, publicaron espléndidos artículos. También es importante destacar la exposición bibliográfica que dispuso la librería Mr. Books junto al Altar de Muertos en honor de Octavio Paz.

Especial reconocimiento a Jorge Suárez, Director de la Cinemateca de la Casa de la Cultura del Guayas, que de manera entusiasta compartió sus conocimientos sobre cine mexicano con motivo de la proyección de cuatro producciones cinematográficas en la Galería del Consulado: Pedro Páramo de Carlos Vela (1966); Los Olvidados y Nazarín de Luis Buñuel (1950 y 1958); y Macario de Roberto Gavaldón (1959). Octavio Paz y Luis Buñuel sostuvieron una entrañable amistad. Buñuel pidió a Paz, entonces funcionario de la Embajada de México en Francia, que presentara Los Olvidados en Cannes. Paz no solo presentó el filme sino que escribió el ensayo El Poeta Buñuel que personalmente distribuyó antes de la proyección.

En el ensayo, Paz afirma que El mundo de Los olvidados está poblado por huérfanos, por solitarios que buscan la comunión y que para encontrarla no retroceden ante la sangre. La búsqueda del “otro”, de nuestro semejante, es la otra cara de la búsqueda de la madre. O la aceptación de su ausencia definitiva: el sabernos solos. Pedro, el Jaibo y sus compañeros nos revelan así la naturaleza íntima del hombre, que quizá consista en una permanente y constante orfandad.

Estando en Nueva Delhi, Paz escribió unas líneas vinculantes a El Poeta Buñuel y dijo: En Nazarín… Buñuel nos cuenta la historia de un cura quijotesco, al que su concepción del cristianismo no tarda en oponerlo a la iglesia, la sociedad y la policía… Nos cuenta la historia de una desilusión. Para Don Quijote la ilusión era el espíritu caballeresco; para Nazarín el cristianismo.

El intelectual de la palabra y el maestro de las imágenes trabajaron en dominios distintos, pero convergieron, como afirma José de la Colina, en la reinvención del conocimiento humano a través del reconocimiento y la asunción dialéctica de la razón y la pasión, del sueño y la vigilia, del diálogo y el combate, de la realidad y del deseo.

Noviembre 2008