México, 29 dic (EFE).- Tras dos años de cómodo gobierno, el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, vivirá en 2021 una prueba de fuego con las elecciones más grandes de la historia del país, en las que está en juego el control del Congreso, el dominio de casi la mitad de los estados y el futuro de su agenda de reformas.
“El presidente se juega la aprobación ciudadana a su primera parte de gobierno y la ratificación de la mayoría de su partido en la Cámara de Diputados”, explicó este martes a Efe el politólogo David Morales, profesor de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
El 6 de junio de 2021, 94 millones de mexicanos están llamados a las urnas para elegir a los 500 diputados federales, 15 de los 32 gobernadores, 30 congresos estatales y 1.900 ayuntamientos. Nunca en la historia de México se han escogido tantos cargos públicos a la vez.
Aunque López Obrador no participará directamente en los comicios, no hay día que no se refiera a ellos directa o indirectamente en su conferencia de prensa matutina. Este mismo miércoles arremetió contra los partidos opositores por ser todos “lo mismo”.
Hasta ahora el presidente ha gozado de una holgada mayoría en la Cámara de Diputados de su izquierdista Movimiento Regeneración Nacional (Morena), que le ha permitido gobernar cómodamente desde que asumió el poder el 1 de diciembre de 2018.
Esta mayoría le ha servido como un rodillo para reformar la Constitución y otras leyes, con lo que ha creado la Guardia Nacional de México, ha impuesto prisión preventiva para los corruptos y ha limitado el sueldo de los altos funcionarios.
Ahí radica la importancia de estas elecciones intermedias, puesto que López Obrador necesita “revalidar la mayoría de su partido para poder llevar a cabo la agenda de sus reformas políticas” en la cámara baja, que estará vigente hasta concluir la presidencia en 2024, señaló Morales.
OPOSICIÓN DÉBIL
Para frenarlo, los grandes partidos de la oposición, que se habían repartido el poder político hasta la irrupción de Morena en 2018, anunciaron una ecléctica coalición para la Cámara de Diputados entre los partidos Acción Nacional (PAN, derecha), Revolucionario Institucional (PRI, liberal) y de la Revolución Democrática (PRD, centroizquierda).
Dicha coalición, denominada Va por México y que dice defender algo tan general como “la democracia, el federalismo y las personas”, busca arañar votos a Morena, que ha vivido un 2020 convulso en su seno por la tensa elección del sustituto de López Obrador como presidente del partido.
“Veo una oposición débil. A pesar de que son partidos que se unen, están debilitados por dentro. No han trabajado una propuesta alternativa al proyecto de López Obrador”, opinó Morales sobre la oposición, que no acaba de levantar cabeza frente a la popularidad del presidente.
Según las encuestas, Morena es el partido favorito de los mexicanos, pero desde la misma formación reconocen que esta vez tienen un reto mayúsculo puesto que López Obrador, quien creó el partido a su imagen y semejanza y que goza de gran popularidad, no concurre en esta elección.
Por eso, el partido necesita al presidente en “permanente campaña” desde el Palacio Nacional, dijo el politólogo.
Además, Morena, que por ahora solo gobierna en cinco estados, tiene la posibilidad de multiplicar su poder territorial ganando las gubernaturas de Baja California Sur, Campeche, Chihuahua, Colima, Guerrero, Michoacán, Nayarit, Nuevo León, Querétaro, San Luis Potosí, Sinaloa, Sonora, Tlaxcala y Zacatecas.
“No son pocas, prácticamente la mitad del país. Se disputará buena parte del territorio, sobre todo del norte”, subrayó Morales, quien predijo que “la competencia a nivel local estará más cerrada que a nivel federal”.
LA PANDEMIA COMO ARMA
Los Gobiernos de los estados han sido precisamente el principal contrapeso frente a López Obrador, quien este año ha visto cómo los gobernadores opositores de Aguascalientes, Chihuahua, Coahuila, Colima, Durango, Guanajuato, Jalisco, Michoacán, Nuevo León y Tamaulipas se unían en la llamada Alianza Federalista para oponerse al plan federal contra el coronavirus.
La pandemia, que acumula en México 1,4 millones de contagios y 122.000 muertos, ha sido un arma arrojadiza entre el Gobierno federal, los gobernadores y la oposición, que se han repartido un sinfín de culpas.
Por eso, el uso político de las vacunas, que aterrizaron en México la semana pasada entre críticas por su reducida cantidad y por no cubrir de momento a todos los estados, se da por sentado en la enconada campaña electoral que se avecina.
“Desde luego que está politizado. Desde el momento en que secretarios de Estado de primer orden recibieron el primer lote de vacunas, aunque fueron solo 3.000, como un gran anuncio de lo bien que se maneja la pandemia”, expresó Morales.
Aunque probablemente López Obrador prefiere que se hable durante la campaña del combate contra la corrupción, su gran caballo de batalla, y por eso quiere convocar el mismo día de las elecciones una consulta popular para decidir si el actual Gobierno debe denunciar por corrupción a los expresidentes del país, entre ellos Enrique Peña Nieto y Felipe Calderón.
Mientras para unos es un gesto de democracia y justicia, para otros es una estrategia del presidente para estar presente en la campaña.