México, 2 ene (EFE).- La literatura mexicana no sería la misma sin las plumas de Octavio Paz y Carlos Fuentes, dos grandes amigos que hicieron visible la cultura del país, pero sus “dos maneras de ver” el mundo los separaron tanto que al morir ya no se hablaban.
Tras 10 años de recopilar correspondencias de figuras literarias, la poetisa y ensayista Malva Flores publicó “Estrella de dos puntas”, una exhaustiva crónica de la ruptura entre Paz (1914-1998), Premio Nobel de Literatura 1990, y Fuentes (1928-2012), exponente del boom latinoamericano.
“Me di cuenta de que la fractura de la amistad había sido muy importante para entender el final del siglo XX mexicano en el aspecto cultural y político, y me pareció importante entender qué había pasado en la amistad de estos dos escritores fundamentales para nuestra literatura”, cuenta este sábado en entrevista con Efe.
Durante mucho tiempo se ha creído que el origen de la discordia estaba en un artículo en contra de Fuentes escrito en 1988 por el historiador Enrique Krauze y publicado en la revista “Vuelta” que dirigía Paz.
No hay duda de que ese texto “es el que hace que ya no se vuelvan a hablar”, pero según Flores la amistad se había deteriorado hacía tiempo.
“Durante 600 páginas es lo que demuestro”, explica.
DOS MANERAS DE VER EL MUNDO
Manifestantes izquierdistas quemaron en 1984 una efigie de Octavio Paz en la capital mexicana por el discurso que el autor había dado en una feria en Frankfurt, Alemania, contra el sandinismo y a favor de elecciones libres en Nicaragua.
El mensaje de apoyo de Fuentes nunca llegó.
“Al contrario, Fuentes dio apoyo al movimiento sandinista y eso creo que le dolió mucho a Paz”, comenta la autora.
Para ese momento, la intensa relación de amistad y admiración entre los dos llevaba tiempo enfriándose por “diferencias de carácter ideológico y de manera de pensar la democracia desde dos puntos de vista: el de Paz y el de Fuentes”, expresa Flores.
Uno de los puntos de inflexión, revelan las cartas, fue cuando asumió el poder el presidente Luis Echeverría (1970-1976), quien antes había sido responsable de la política interior durante la matanza estudiantil del 2 de octubre de 1968.
Fuentes defendía que el nuevo presidente representaba el sector aperturista del régimen del Partido Revolucionario Institucional (PRI), pero Paz dudaba de que Echeverría tuviera intención de democratizar el país.
“El acercamiento de Fuentes con Echeverría hizo que Paz se cuestionara sobre las ideas de Fuentes”, comenta la autora.
Incluso el poeta Gabriel Zaid intercedió pidiendo a Fuentes que se deslindara del mandatario, pero el escritor fue nombrado por Echeverría como embajador en Francia.
UNA AMISTAD DE ALCANCE INTERNACIONAL
Fue precisamente la Embajada de México en Francia lo que en parte les había unido décadas atrás, en 1950, cuando un joven y fresco Fuentes conoció en París a Paz, entonces trabajador de la Legación Mexicana.
Con el tiempo, el bagaje internacional de ambos, que trabajaban para la diplomacia, y su capacidad de crítica y debate se retroalimentaron y perfeccionaron sus obras, que tuvieron un alcance que trascendió las fronteras mexicanas.
“Permitieron que México fuese visible al mundo en muchos ámbitos. Sin Fuentes no existiría el boom – movimiento del que también formaron parte Gabriel García Márquez, Julio Cortázar y Mario Vargas Llosa – y Paz nos ayudó a dialogar con otros escritores y otras culturas”, declara Flores.
Esa crítica y discusión que los unió y que al final los separó estuvo siempre presente en su relación, al grado que Fuentes no dio el pésame a la familia tras la muerte de Paz.
En la gran obra de Fuentes, “La región más transparente” (1958), el autor incluyó a un personaje inspirado en su entonces idolatrado Paz, pero en la época se interpretó como una caricatura del pensamiento de este sobre la historia e identidad mexicana.
“Es algo que lastimó a Paz”, recuerda Flores.
“Ocurren otros distanciamientos, como cuando ellos durante muchos años intentan formar una revista y Carlos Fuentes quiere invitar a más personas y finalmente no se hace la que Paz quería, sino otra que se llama ‘Libre'”, añade.
No obstante, la admiración mutua subsistió durante años.
“La amistad es como las plantas: hay que regarla a diario. A veces, también, hay que podarla (…) Por fortuna, tú y yo no coincidimos en muchas cosas, aunque sí, creo, en lo esencial”, dedicó todavía Paz a Fuentes en una carta en 1982.
Hasta que dejaron de coincidir en lo esencial.
“Deberíamos darnos cuenta no solo de su distanciamiento sino de sus convergencias, para entender que este país necesita salir al mundo, no estar encerrado en sí mismo. Ellos nos podrían ayudar a entenderlo”, concluye la autora.