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April 25, 2024

México Presente: Cooperación Educativa empresarial

Rodolfo Quilantán Arenas, Cónsul General de México en Little Rock, Arkansas.

En esta nueva entrega de los artículos y actividades realizadas por el Cónsul Rodolfo Quilantán Arenas, durante su servicio diplomático en Guayaquil, Ecuador, transcribimos el siguiente, de su libro “México en la Cultura”. En él se “muestra de manera íntegra las publicaciones México Presente y Correspondencia México-Ecuador, editadas y difundidas por el consulado, bajo la dirección del entonces representante de dicha entidad”, destaca en la contraportada del libro publicado por el H. Cuerpo Consular de Guayaquil.  En cada entrega que el Cónsul Quilantán Arenas realizó, presenta la riqueza y diversidad cultural de un país pródigo y generoso.

Correspondencia México-Ecuador

Cooperación Educativa Empresarial. En febrero pasado se suscribió en la ciudad de Querétaro, México, el Convenio de Cooperación Interinstitucional entre el Instituto Tecnológico de Monterrey (Tecnológico de Monterrey) y la Federación Nacional de Cámaras de la Pequeña y Mediana Industria del Ecuador (FENAPI). Mediante este convenio, el Tecnológico de Monterrey se compromete a preparar y actualizar a los miembros de FENAPI en temas relevantes para el éxito de sus empresas y de su desempeño profesional y personal, profundizando sus conocimiento en áreas estratégicas de administración, finanzas, negocios y economía. El convenio privilegia también el desarrollo de programas de contenido social, dirigidos a la promoción y desarrollo de pequeñas y medianas empresas en el Ecuador, a través de diagnósticos, programas de studio especializado y asesorías técnicas.

Juan León Mera y Sor Juana Inés de la Cruz. En 1873, Juan León Mera (Ambato, 1832-1894) publicó en Quito Obras selectas de la célebre monja de Méjico, Sor Juana Inés de la Cruz, precedidas de su biografía y juicio crítico sobre todas sus producciones. En su obra, el autor de Cumandá (1878) describe cómo conoció sobre esta singular religiosa y como despertó su simpatía por su notable genio poético.

El que una mujer escribiera versos de una belleza poética y moral singular, a fines del siglo XVII, era una rareza de la época. Octavio Paz (Ciudad de México, 1914-1998), por su parte, afirma en su libro Sor Juana Inés de la Cruz o Las Trampa de la Fe (1982), que es gracias a la publicación de Juan León Mera que resurge al mundo la figura y obra de la Décima Musa. Su poesía dejó de ser una reliquia histórica para convertirse en texto vivo.

Desde muy joven, Sor Juana (San Miguel Nepantla, 1651-1695) manifestó su anhelo por el estudio. En más de una ocasión rogó con insistencia a sus padres que la enviasen, disfrazada de varón, a cursar estudios a la Universidad de México. Al no conseguirlo, se refugiaba en la lectura de libros pertenecientes a su abuelo.

En un escrito en prosa dice: Lo que si es verdad que no negaré (lo uno porque es notorio a todos, y lo otro porque, aunque sea contra mí, me ha hecho Dios la merced de darme grandísimo amor a la verdad) que desde que me rayó la primera luz de la razón, fue tan vehemente y poderosa la inclinación a las letras que ni ajenas reprehensiones, que he tenido muchas, ni propias reflexas, que he hecho no pocas, han bastado a que deje este natural impulso que Dios puso en mí. Sor Juana es una de las más importantes figuras de la grandeza cultural de la Nueva España. La poeta más reconocida de la colonia y de toda la historia de la literatura mexicana.

En su obra rinde homenaje a las raíces indígenas de México: Que mágicas infusiones de los indios herbolarios de mi patria, entre mis letras sus hechizos derramaron. Refleja también el alma dividida del criollo y del mestizo cuando dice: En dos partes divididas tengo el alma en confusión: una mezclada a la pasión y otra a la razón medida. Con erudición inmensa y pasión sin límites por el conocimiento escribe: Todo ha sido acercarme más al fuego de la persecución, al crisol del tormento, que ha sido a tal extremo que han llegado a solicitar que se me prohiba el estudio. Una vez lo consiguieron con una prelada muy santa y muy cándida, que creyó que el estudio era cosa de inquisición y me mandó que no estudiase; yo la obedecí unos tres meses que duró el poder y el mandar. En cuanto a no tomar el libro, en cuanto a no estudiar absolutamente, como no cae debajo de mi potestad, no lo puedo hacer, porque aunque no estudiaba en los libros, estudiaba en todas las cosas que Dios creó, sirviéndome ellas de letras y de libro, toda esta máquina universal.

Marzo 2008