Del Río (Texas), 18 sep (EFE).- Apenas dos decenas de haitianos recién llegados a EE.UU. tras acampar debajo del puente internacional de Del Río, en la frontera con México, hacen cola este sábado para tomar al “autobús de la esperanza”.
El destino final de la inmensa mayoría consultada por Efe es la ciudad de Miami, en Florida, más concretamente el barrio conocido como “La pequeña Haití”.
Ahí se encontrarán con sus familiares y amigos, e iniciarán una nueva etapa en su vida, gracias al empleo que sus compatriotas más establecidos pueden ofrecerles al llegar.
PLANES TRAS EL MAGNICIDO
Pero antes pasarán por San Antonio, la ciudad texana a la que se dirige el autobús que tienen ahora enfrente de sus ojos.
Si bien el criollo haitiano y el francés son las lenguas que más se escuchan en la improvisada estación de autobuses, situada junto a un túnel de lavado de coches, también hablan español, portugués y, en determinados momentos, inglés.
Con un correcto español, el haitiano Clément Paris justifica a Efe su decisión de salir de esa nación caribeña: “El Gobierno de ahí no quiere trabajar ni nos quiere ayudar. Todo el dinero va a su bolsillo”.
Poco después del magnicidio en julio pasado del entonces presidente de Haití, Jovenel Moïse, Paris empezó a planificar su llegada a EE.UU.
El trayecto no fue fácil: Un amigo le recomendó ir primero a Chile y de ahí subir, poco a poco, hasta Ciudad Acuña (México), fronteriza con Del Río.
Después de un mes de viaje, cuatro noches acampando debajo del puente internacional de Del Río y otra en la cárcel de detención de las autoridades estadounidenses, Paris, que tiene a su hija de un año en brazos, está “feliz”.
“Estamos felices porque ahora tendremos una buena vida y podremos ayudar a los que se han quedado atrás”, cuenta el haitiano de 31 años, que durante la entrevista tiene a su mujer detrás aparentemente dándole consejos para sus respuestas.
DE BRASIL A EE.UU. POR CARRETERA
El caso de Thomas Babel es bien diferente, aunque su misión es también llegar sano y salvo a reunirse con sus allegados en “La pequeña Haití” de Miami.
Babel, que aguarda a acceder al autobús con su mujer y su hijo mientras atiende a Efe, llevaba ocho años viviendo en Brasil, período en el que residió en diez ciudades diferentes.
Cuando estaba en Chapecó, en el estado brasileño de Santa Catarina, fronterizo con Uruguay, empezó a escuchar que miles de sus compatriotas estaban organizando un cruce masivo a EE.UU. tras la muerte de Moïse.
“No dudé ni un momento: le dije a mi familia que hacíamos las maletas y que nos íbamos a EE.UU., entrando por Del Río”, cuenta Babel en perfecto portugués.
Tras juntar todos su ahorros, Babel, de 41 años, y su familia iniciaron un viaje por carretera de un mes y una semana para llegar al linde entre EE.UU. y México.
UN TAXISTA SIN SUERTE
Estas escenas las contempla Antonio desde su taxi, con el aire acondicionado encendido a toda potencia para combatir las altas temperaturas de Del Río, superiores a los 38 grados centígrados.
Su estrategia es clara: aquellos haitianos que no consigan asiento en el siguiente autobús hacia el aeropuerto podrán ser trasladados a San Antonio en su “Border’s Taxi” (“Taxi de la frontera”) a dos dólares la milla.
Ambas ciudades están a unas 155 millas de distancia, por lo que el viaje total cuesta unos 620 dólares, teniendo en cuenta que Antonio debe regresar a casa.
“A veces lo pagan, sobre todo si tienen un vuelo ya comprado”, se sincera Antonio.
Este sábado, sin embargo, no será el día de suerte de este veterano taxista, ya que todos los haitianos en la cola lograron un asiento en el “autobús de la esperanza”.