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March 28, 2024

Lydia Cacho: Los movimientos sociales pueden salvar al periodismo del poder

La periodista mexicana Lydia Cacho, exiliada en España desde 2019, tras ser perseguida y torturada en su país, asegura en una entrevista con EFE, que el periodismo no puede luchar contra los algoritmos, pero que podría salvarse de los “poderes manipuladores” si se implica con “los movimientos sociales”. EFE/Ballesteros

Madrid, 23 jun (EFE).- La periodista mexicana Lydia Cacho, exiliada en España desde 2019 tras ser perseguida y torturada en su país, asegura en una entrevista con EFE que el periodismo no puede luchar contra los algoritmos, pero que podría salvarse de los “poderes manipuladores” si se implica con “los movimientos sociales”.

“El control de cómo se cuenta la realidad siempre ha estado en manos de los poderes políticos. La diferencia es que con la aparición de las redes sociales se han creado una serie de mecanismos que dan velocidad a esta capacidad de engaño, que es mucho más veloz que nosotros”, dice Cacho.

La periodista, antes del inicio de la pandemia, tuvo que huir de México por amenazas y un intento de asesinato, debido a sus investigaciones sobre las redes de trata y explotación sexual de niñas.

“Vamos corriendo como un león tras una presa, pero ellos son miles de gacelas, porque controlan los algoritmos. (…) El hecho de que uno de los grandes creadores de la escalada de los algoritmos para la manipulación de la realidad, como Mark Zuckerberg, esté controlando las redes sociales es peligrosísimo. No tenemos poder sobre eso. Esa es la verdad”, agrega.

De ahí que abogue por “seguir haciendo este periodismo más aterrizado”, que pueda llegar a las pequeñas comunidades y se implique con los movimientos sociales.

Cacho (México, 1963), autora de 19 libros y activista por los derechos humanos, acaba de publicar “Cartas de amor y rebeldía”, un libro íntimo en el que cuenta, por medio de las cartas que envió a otros o que recibió, los momentos personales y profesionales que marcaron su vida.

“El libro es una biografía, sin ninguna opinión y sin analizar el pasado, simplemente contando lo que sucedía. Incluso está redactado de esa manera, con algunas faltas de ortografía, pero pedí que lo dejaran así, porque yo tenía 12 años o 18 o 23 cuando las escribí. Se trata de hacer un recuento absolutamente real, casi fotográfico”, argumenta.

Y ese proceso de lectura y la construcción del libro, afirma, le permitió “sanar heridas del pasado”, redescubrirse y entender momentos que habían sido cruciales en su carrera periodística y como feminista.

“Hay una debilidad emocional en esta sensación de que me expulsaran de mi tierra, me arrancaran de todo, de la familia, de lo poco que tengo por decir la verdad. Entonces, al comenzar a revisar este mapa de mi vida, he ido recordando cosas muy importantes; como, por ejemplo, entender que yo soy la reportera de guerra que soy, porque ahí adentro está dando la batalla esa niña de 12 años, que aparece en los diarios rebelándose contra las injusticias”, recalca.

Asegura también que vivir perseguida le cambió su forma de ver la vida y, por supuesto, su salud. “Hay una carga psicoemocional brutal en nuestro trabajo periodístico. Quien diga que no, no debe ser buen periodista”.

Respecto a la profesión, Cacho asegura que en países como México, donde han asesinado a once periodistas en lo que va de 2022, “una o un buen reportero termina haciendo un poco de policía y no porque queramos hacerlo, sino porque el contexto nos obliga a ello”.

“El buen periodismo en los países donde no hay estado de derecho es siempre víctima. Hay una persecución sobre el trabajo para desacreditarlo, y sobre la persona que lo documenta”, denuncia. Pone como ejemplo el caso de la periodista rusa Anna Politkóvskaya, “asesinada por el régimen ruso de Putin” y con quien habló de estos temas meses antes de que la asesinaran en 2006, comenta.

Sobre su visión de cómo hay que actuar, subraya que “algo con lo que tenemos que reconectar como periodistas es que el trabajo en muchas partes del mundo es de riesgo mortal. Y no lo deberíamos hacer como heroínas o héroes. Sabemos que la profesión es peligrosa porque somos parte del contrapoder”, dice. Y ser consciente de eso, es “saber que hay que huir a tiempo”, concluye.

“La mayoría de mis amigas y amigos en algún momento pensaron que huir era un acto de cobardía, o no tenían los medios o las herramientas emocionales en ese momento para poder huir. Y es dolorosísimo porque es bien complejo. Yo logré salir”, recuerda.