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November 15, 2024

María Juncal: “Mis días sin baile flamenco son mustios”

La bailaora española María Juncal habla durante una entrevista con EFE, el 9 de diciembre de 2022, en la Ciudad de México (México). EFE/ Isaac Esquivel

Ciudad de México, 10 dic (EFE).- Más que un reto profesional, para la bailaora española María Juncal el acto de subir al tablao es una apuesta a algo humilde, poner alegría a su vida, que se vuelve pobre si no baila.

“Mis días sin baile flamenco son mustios; en ellos puedo sonreír y todo, pero soy como un encefalograma al que le faltan los picos. Dependo de la adrenalina de mi baile”, confesó este sábado en entrevista con EFE la artista, que iniciará en diez días una nueva temporada en Ciudad de México.

Originaria de Las Palmas de Gran Canaria, Juncal es reconocida como una figura de primer orden en el mundo del flamenco. Su baile es limpio, aunque son sus evoluciones sísmicas las que sojuzgan a sus admiradores.

Quien la trata antes de actuar se lleva una impresión errónea. La española es una mujer casi tímida, que se transforma en el tablao con movimientos de cobra, vueltas y contorsiones. A veces luce lista para salir de su cuerpo y emprender el vuelo.

A partir la segunda quincena de diciembre y todo enero mostrará eso en un tablao de la tradicional colonia (vecindario) Roma de la capital mexicana.

“Se nos va una bailaora estupenda, Karime Amaya; ha dejado mucha flancura en un mes por acá. Seguiré yo con algunas de mis piezas más queridas y un estreno, ‘Romance a Córdoba’, un cante entre declamado y cantado; quiero traer a escena esa propuesta y mis inmensas ganas de bailar”, asegura.

EL DOLOR DE SER FELIZ

En el tablao los gruesos labios de María se mueven de manera seductora; entre dientes parecen repetir un mantra. Está en trance, a veces con gestos como quejidos, reflejos del dolor de ser feliz mientras se mueve.

“Alguna vez bailé con un hueso roto en el pie; he salido al escenario con una hernia de la que me tuvieron que operar. Nos subimos al escenario con la vida, a veces con sus dolores”, revela.

Es una obrera del baile, que se entrena ocho o nueve horas al día con perseverancia de campeona olímpica y curiosidad de aprendiz. En el mundo actual, tan poco poético, el flamenco es para ella un atajo para atraer belleza.

“Hay que aislarse de lo cotidiano, de lo que nos hace correr o tener la mente puesta en muchas cosas para dejarla que se conecte con algo más místico. Tres horas antes del espectáculo mi madre afirma no saber quién soy porque entro en un estado de concentración y hay una conversión fuerte”, cuenta.

Lleva un elegante traje de muchos colores. Una de las partes más sensibles de su cuerpo, los pies, está cubierta por unos zapatos amarillos con tacones diferentes a los del baile, con los cuales lleva una relación casi humana.

“Le tengo apego a mi instrumento de trabajo; a veces gasto un par de zapatos en menos de tres meses. Ahora mismo tengo una pena porque a mis preferidos los he cosido varias veces; hasta un agujero se les hizo. Dirá la gente, esta mujer no puede comprarse un par nuevo, pero uno los mima y los estira lo más posible”.

ARTISTA DEL VERBO DAR

Tiene María numerosas historias de solidaridad a través del baile. En Cuba es parte del proyecto “A compás flamenco”, que da calidad de vida a gente pobre de La Habana Vieja y hace seis años ayudó al equipo español de gimnasia rítmica, subcampeón olímpico en Río de Janeiro.

“Lo de Cuba es algo hermoso; aunque no es algo profesional hay un compromiso porque no se puede jugar a la danza”, explica.

Con las gimnastas creó una empatía y gozó relación con el equipo encabezado por Carolina Rodríguez y Sandra López.

“Les monté dos coreografías de exhibición. Una fue una farruca, otra con música de ‘La Llorona’. Sabíamos de qué estábamos hablando porque un deportista llega a los mismos extremos de un bailarín”.

Con algo de energía olímpica, María Juncal aparecerá este mes en México en funciones que algo tendrán de telúricas. Y de alegría porque le permitirán espantar los días mustios que la aterran.