Nueva York, 17 jun (EFE).- La “alquimia” de la novela de Laura Esquivel “Como agua para el chocolate” (1989) sedujo al American Ballet Theater de Nueva York, que la representará el próximo jueves en la Met Opera, en una gala en la que estará presente la autora mexicana.
Los bailarines, contagiados por la plasticidad del relato, rompen sobre el escenario con la rigidez del ballet clásico para dejarse llevar por los sentimientos y sumergirse en los territorios de la danza moderna y el realismo mágico.
“Creo que lo más difícil para un bailarín de ballet clásico es que estamos muy acostumbrados desde pequeños a pensar en la forma, en la postura y estos son roles más humanos. Entonces al principio era un poco difícil deshacerse de esa postura y de la formación clásica tan purista”, asegura a Efe tras un ensayo la bailarina argentina Luciana Paris, que interpreta el papel de la cocinera Nacha.
Las tres horas que se prolonga la obra, que el año pasado fue llevada a escena por el Royal Ballet de Londres, también de la mano del coreógrafo Christopher Wheeldon, están llenas de momentos “mágicos”, como apunta a Efe la propia Esquivel.
Uno de ellos sorprende en el arranque, cuando la sábana blanca con la que Nacha cubre a la protagonista Tita cuando todavía es un bebé, se convierte en masa de pan que amasan Nacha y una Tita ya adolescente, ansiosa por aprender todos los secretos de la cocina.
“El reto para mí era encontrar, en esos primeros momentos, una forma de conectar a través del movimiento a Tita y su relación amorosa con la cocinera de la familia Nacha y su relación con la cocina”, aseguró Wheeldon al público que acudió a un ensayo de tres escenas de la obra.
La representación de la muerte de Nacha sobre el escenario con un simple movimiento del pecho que se eleva o de la represión y la liberación de Tita a través del atado y desatado de un corsé, son otros de los momentos que Esquivel considera cargados de alquimia.
“Christopher es en verdad un alquimista del movimiento, es impresionante la forma en la que puede traducir y narrar. Traducir de un lenguaje a otro, al movimiento, y provocar emociones tan profundas”, dice Esquivel en una llamada desde Brasil, donde ejerce como embajadora de su país.
UN PROYECTO CON LA PARTICIPACIÓN DE ESQUIVEL
Antes de que le encargaran llevar al escenario “Como agua para el chocolate”, que ha sido traducida a 36 idiomas además de al teatro y al ballet, Wheeldon llegó a la historia de Esquivel a través de su versión cinematográfica.
“Al instante de empezar a verla me transporté al mundo de Laura, que también escribió el guion de la película, por lo que también ella formó parte del proceso creativo. Y eso me llevó al libro y, realmente, ha sido una historia que he amado durante muchos, muchos años”, dijo.
Esquivel cuenta que el coreógrafo la fue a visitar a México, donde le preparó chiles en nogada -la receta del último capítulo del libro-, “para platicar” con ella. “Se estuvo como una semana porque él quería saber muy bien de dónde surgía la historia y cómo”, agrega.
Después repitió la visita con todo el equipo. “Les abrí todo el baúl donde tengo en la casa toda la historia de mi familia, para que vieran cuestiones de la época, telas, faldas”, añade.
“En verdad le agradezco mucho la forma en que me incluyeron en su proyecto y que de alguna manera me permitieron estar presente”, subraya.
LA COCINA, EL ELEMENTO UNIVERSAL DE LA NOVELA
Esquivel cuenta que “la gente se apropia de la historia, la gente la asimila” y considera que la cocina es el elemento que une la novela a todas las culturas a la que se ha traducido.
“He viajado por muchos países donde la novela fue un ‘best seller’ y te puedo decir que hay una frase que en todo el mundo es recurrente: en Finlandia, en Japón, en la Patagonia, donde sea. Me dicen, usted no sabe cómo me acordé de la cocina de mi abuela”, subraya.
Para ella este es “un elemento de conexión muy poderoso con un tema de mucha importancia”, la conexión con la tierra, con la madre, con el pasado.
También piensa que cocinar es una especie de danza dentro de la cocina y, asimismo, alquimia”, como en su novela, donde los platos que prepara Tita provocan toda clase de sentimientos a los comensales que los prueban.
“La alquimia también está ahí, en la manera en la que tú estas transformando y estás mezclando y estás integrando. Y de cosas diferentes tú haces otras”, explica antes de agregar que en la película, ella quiso integrar “ese ritmo, incluso cuando la gente está cortando hay un ritmo todo el tiempo, es una musicalidad entre los vapores, entre los sonidos de las ollas, entro los sonidos de la mesa”.
Una sonoridad, una musicalidad, una alquimia y una plasticidad que el American Ballet servirá al público sobre el escenario de la Met Opera, donde las mesas serán también protagonistas.
Jorge Fuentelsaz