Washington, 19 may (EFE).- El asesor de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, Jake Sullivan, se reunió este fin de semana por separado con el príncipe heredero de Arabia Saudí, Mohamed bin Salmán, y con el primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, con el objetivo de impulsar el “megapacto” que podría cambiar Oriente Medio.
Ese “megapacto”, que incluía la normalización de relaciones diplomáticas entre Israel y Arabia Saudí, pasó a un segundo plano tras el ataque del 7 de octubre del grupo islamista Hamás, en el que murieron 1.200 personas y que desencadenó una ofensiva israelí sobre la Franja de Gaza, que se ha cobrado más de 35.000 vidas.
Aún no se conocen los detalles exactos de las conversaciones de Sullivan con Netanyahu y Bin Salmán, pero el objetivo de las mismas es dar un nuevo impulso a ese acuerdo que ha cobrado una mayor importancia en el marco de las negociaciones para poner fin a la guerra en Gaza y reconstruir el enclave.
Con el primero que se reunió Sullivan fue con Bin Salmán en Dammam, una ciudad en el este del reino donde se ubica la petrolera estatal Aramco, una de las más grandes del mundo.
En un comunicado, la Casa Blanca indicó este domingo que esas reuniones fueron “constructivas” y se centraron en una “visión para una región de Oriente Medio integrada”, sin dar más detalles.
El Gobierno saudí fue más allá y aseguró que tanto Sullivan como Bin Salmán hablaron sobre un borrador de los “acuerdos estratégicos” entre los dos países, que ya está “casi terminado”, según la agencia oficial saudí de noticias, SPA.
Después de reunirse con Bin Salmán, Sullivan se dirigió a Jerusalén, donde informó al primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, y a su equipo sobre esas reuniones en Arabia Saudí y “el potencial que ahora podría estar disponible para Israel, así como para el pueblo palestino”.
En los últimos días, el Gobierno de Biden ha dejado claro que mantiene intacto su objetivo de ampliar los Acuerdos de Abraham auspiciados por la anterior Administración de Donald Trump (2017-2021) y que permitieron la reconciliación de Israel con Emiratos Árabes Unidos, Baréin y Marruecos.
El 14 de mayo, en una rueda de prensa en la Casa Blanca, el propio Sullivan afirmó que la seguridad a largo plazo de Israel, el mayor aliado de Washington en Oriente Medio, “depende de estar integrado en la región” y disfrutar de relaciones normales con estados árabes, incluida Arabia Saudí.
En concreto, según los detalles recogidos por medios estadounidenses, Arabia Saudí está considerando normalizar relaciones con Israel a cambio de un pacto de defensa con Estados Unidos que le permita asegurar su posición frente a Irán, al que ve como la mayor amenaza en la región.
Ese pacto permitiría a Riad acceder a armas avanzadas de manera duradera, sin que su transferencia se pueda ver interrumpida por incidentes diplomáticos, como intentó hacer parte de la bancada demócrata del Congreso de EE.UU. tras el asesinato en 2018 del periodista Jamal Khashoggi.
Arabia Saudí también ha presionado para que el acuerdo le permita enriquecer uranio, lo que podría preocupar a Irán, ya que abriría la puerta a un posible programa de armas nucleares.
Aunque Riad se ha mostrado deseoso de firmar un acuerdo, ha advertido que su línea rioja para la normalización de relaciones con Israel es la creación de un Estado palestino.
Esa petición saudí parece incompatible con las posiciones políticas de Netanyahu, quien se ha opuesto públicamente a la creación de un Estado palestino y cuya permanencia en el poder depende del apoyo de políticos de extrema derecha que respaldan la creación de más asentamientos israelíes en territorios que los palestinos reclaman como propios.