Macomb County (EE.UU.), 20 may (EFE).- El condado de Macomb, en Míchigan, votó republicano en las presidenciales estadounidenses de 2016 y 2020 y demócrata en las dos anteriores. Es terreno favorable a Donald Trump, pero la oscilación de su voto refleja a pequeña escala la incertidumbre electoral de ese estado, que concentra todas las miradas.
De sus papeletas el próximo noviembre podría depender la permanencia en la Casa Blanca de Joe Biden, que ha intensificado los esfuerzos para no perder impulso en la zona y el domingo viajó a Detroit para encontrarse con representantes de la comunidad afroamericana.
Ni Trump en los dos últimos comicios ni Barack Obama con Biden como vicepresidente en los de 2008 y 2012 consiguieron en Macomb victorias superiores al 54 % del escrutinio, y el ahora mandatario no ha logrado todavía hacerse con el favor unánime.
Tim Murrell, que ha creado una empresa de salsas a la que le ha dado su apellido, se decantó por el conservador en 2020 y piensa hacer lo mismo en noviembre: “Trump es empresario como yo y el país debería ser gestionado como una empresa porque es el mayor negocio del mundo”, dice a EFE para justificar su confianza.
Ha instalado un puesto en el muelle de la localidad de St. Clair Shores, una pequeña zona arbolada que da un respiro visual a las carreteras con casas bajas habituales de los suburbios estadounidenses, y apoya su respaldo en el buen hacer de la economía. De 2017 a 2021, dice, registró sus mayores ventas, y desde el mandato de Biden no ha podido superarlas.
Macomb le dio a Trump su victoria más grande en el estado, pero este tampoco puede dar por sentado el respaldo: “Iré a votar seguro porque quiero que se me escuche, pero no lo decidiré hasta el final. La gente puede cambiar”, asegura Terry, antigua secretaria en una escuela que también vive ahí.
Para Biden, en cambio, sus puntos fuertes fueron el condado de Wayne, en donde se encuentra la mayor ciudad del estado, Detroit, y el condado de Oakland.
En este último votó a favor de Trump Rita, jubilada de 65 años que en noviembre, aunque sin mucha convicción, lo volverá a hacer aunque sea “tapándose la nariz”.
“Biden no se ha ganado el respeto de otros líderes. Los políticos no son dioses, no van a resolver todos los problemas, pero al menos que nos protejan”, dice a EFE la mujer, para quien los dos partidos “están podridos”.
Pilar del “muro azul”
Míchigan, perteneciente al llamado “muro azul”, ha sido tradicionalmente demócrata, salvo en 2016, y cada voto puede ser determinante: aunque Biden ganó allí en 2020 por unos 154.000 de diferencia, Trump había superado a Hillary Clinton cuatro años antes por menos de 11.000.
Contra Biden se ha levantado además ahora una campaña del voto en blanco que se expandió después de las primarias demócratas de febrero al resto del país y busca castigarle por su apoyo a Israel en la guerra de Gaza.
Sandra, jubilada de Macomb, votó Biden en 2020, pero esta vez acudirá a las urnas con menos entusiasmo: “No me gusta por su edad (81), pero tampoco Trump (77). Y Trump es un abusón y un criminal. No quiero a ninguno, pero si tengo que elegir optaré por Biden”, dice una mujer que se considera independiente.
“Míchigan es un microcosmos del resto del país”, explica a EFE Matthew Grossmann, director del Instituto de Políticas Públicas e Investigación Social de la universidad estatal.
Junto a Wisconsin, Pensilvania, Georgia, Arizona y Nevada es uno de los seis estados bisagra con el potencial real de decidir el curso de las elecciones.
De momento, lidera las encuestas en ese estado Trump con el 41,3% de la intención de voto, 0,8 puntos más que Biden. En el conjunto del país las cifras son similares, lo que explica que Míchigan no falte en el mapa de viajes de los candidatos. En lo que va de año, para Biden la de este fin de semana fue su tercera vez.
“A grandes rasgos, se están llevando a cabo las mismas presidenciales que en 2020 y Biden está haciendo la misma campaña, pero esta vez – advierte el politólogo – las elecciones están muy ajustadas y él es mucho menos popular”.